Seguridad Corporativa y Protección del Patrimonio.
El planteamiento general del proceso por el que se alcanza la SEGURIDAD hace preciso considerar previamente, siquiera sea con la máxima brevedad, un análisis somero de sus principios básicos.
Este análisis es común a todas las “seguridades” que el nombre busca como una de sus aspiraciones primarias, siendo válido para todas ellas.
El hombre tiene conciencia, por acumulación de experiencias propias y ajenas, de los riesgos y peligros con los que convive en su entorno social y en medio ambiente natural. Como consecuencia de esta certeza, el hombre se siente inseguro y surge en él la necesidad de “seguridades” que despejen sus miedos y disipen su angustia, a fin de lograr su tranquilidad vital.
Es por tanto, la necesidad humana de seguridad una necesidad instintiva, primaria, íntima, vital, intensa, constante y, sustantivamente psicológica. Es tan fuerte como otras necesidades psicológicas, por ejemplo, la necesidad de autoestima, de afirmación de presión, etc., surge espontáneamente en el hombre, revistiendo muy diversas formas a lo largo de la historia.
Desde que la humanidad descubrió el fuego, éste ha sido un elemento de gran utilidad en todos los ámbitos de la misma, gracias al fuego el avance y desarrollo del hombre y su entorno ha alcanzado cotas que hoy en día son cotidianas pero que aún en ausencia de éste se verían mermados. No obstante y como es sabido, el fuego es y ha sido un azote para la humanidad desde sus comienzos hasta nuestros días.
Por ello y en el afán de búsqueda de la Seguridad, el hombre procede de acuerdo con la situación cultural en que esta inmerso, con su entorno social, con los niveles alcanzados por su propio desarrollo, etc.
En el estudio de esta búsqueda, descubrimos dos procesos diferenciados (siempre existentes, siempre concurrentes) a través de los que se desarrolla aquella búsqueda de la Seguridad.
- El proceso MÁGICO
- El proceso CIENTÍFICO
¿Qué es el proceso mágico? o lo que es lo mismo la Seguridad Mágica. Pues bien, si el hombre busca la Seguridad que necesita basándose en conceptos analógicos y mágicos, que son esencialmente humanos por su profundidad, intimidad y sinceridad, logra su fin a través de lo que llamamos Seguridad Mágica.
La Seguridad Mágica intenta evitar lo daños y conjurando los riesgos y peligros con los que el hombre convive, mediante actuaciones de tipo esotérico, mágico o religioso. Estas prácticas, en general, admiten como origen, casi exclusivo, del daño posible, la intervención del sino, de la fatalidad, del azar, de la “mala suerte”, o bien consideran que su origen está en fenómenos sobrenaturales, entre los que destacan la intervención de la divinidad.
En otras ocasiones, asumen que el origen del daño es el resultado de una serie de consecuencias desafortunadas, reales o aparentes, teñidas frecuentemente de un sentimiento de culpabilidad, del que surge el concepto de accidente (y como consecuencia del mismo un daño) como “castigo de Dios”.
Es preciso destacar en este momento y de manera muy clara que la seguridad mágica no es un modo alguno, despreciable, ya que satisface una necesidad del espíritu, así como la necesidad real de seguridad que busca el hombre y procede de lo más íntimo de su ser. En muchas ocasiones, es la única forma de seguridad que el hombre como individuo pueda alcanzar en la tierra, sin ella, la inseguridad le conduciría a una angustia vital capaz de desintegrar su personalidad.
Dentro del marco en que actúa este tipo de Seguridad, las actitudes del ser humano se concretan en “prácticas de protección”, tales como ritos, votos, sacrificios jacultatorias, diversos comportamientos supersticiosos, etc., o bien se hacen patentes mediante el uso de “medios materiales protectores” tales como amuletos, fetiches, mascotas, ex-votos, filacterías, talismanes y un largo etcétera.
En la época actual y ante el alto nivel tecnológico que ha alcanzado y tiende a alcanzar la sociedad en que nos encontramos, aparece, otro concepto de seguridad, este de un modo más científico encamina al hombre a un tipo de protección más acorde a las circunstancias externas que le rodean, tiene su fundamento en el pensamiento lógico, en la investigación y dominio de la evidencia y de la verdad científica experimental. Este camino conduce a la SEGURIDAD CIENTÍFICA.
La Seguridad Científica ha tardado en aparecer en la historia de la humanidad y aún estamos lejos de alcanzarla en lo que podríamos denominar como términos absolutos, si ello se pudiera alcanzar ya que a medida que avanza el progreso, surgen nuevos métodos de protección y nuevas necesidades.
En consecuencia, según los conceptos en que se fundamenta la Seguridad Científica, los accidentes y sus indeseables consecuencias (daños) son en sí fenómenos tangibles que se explican por causas naturales, sobre las que es posible incidir y son susceptibles de manipulación por medio de distintas acciones o medidas protectoras de la misma índole.
Sin embargo, no es posible siempre llegar a conocer con exactitud y evidencia científica las causas naturales de los accidentes y como consecuencia de ello los daños o pérdidas que pueden ocasionar.
Esta limitación del conocimiento científico tiende a explicar que la Seguridad Científica, patrimonio reciente de la Humanidad, ha de coexistir y coexiste de hecho, con la Seguridad Mágica. Incluso en gran número de veces, damos falsamente un matiz de Seguridad Científica a lo que no es más que una actitud propia de una seguridad mágica o lo que es lo mismo paradójicamente, la ciencia cubre la magia.
Como consecuencia de esta deficiencia científica, ha podido considerarse en algún momento que el ratio actual de la Seguridad tiene un sustento experimental y empírico, es decir, paracientífico, cuya evolución -rapidísima en los últimos años- conduce a una etapa científica, ya alcanzada en algunos sectores de la sociedad actual.
La base fundamental o principios sobre el que se sustenta el análisis científico de la Seguridad puede resumirse en la siguiente ecuación:
Causa sustantiva + Causas desencadenantes = accidente capaz de producir un daño concurrentes en el riesgo
La ruptura de esta ecuación es, básicamente, el objetivo de la PROTECCIÓN y como resultado del mismo la SEGURIDAD.
La complejidad de la construcción y las instalaciones actuales, concita factores que pueden conducir a accidentes extremadamente graves, las grandes concentraciones humanas y de patrimonio, en condiciones desfavorables, sin factores determinantes en la consideración de los niveles de seguridad.
Con independencia del principal daño causado por los incendios y las explosiones, muertes y lesiones personales, cabe destacar la enorme repercusión sobre el medio ambiente, los bienes históricos y artísticos de imposibles reposición. Tampoco debemos olvidarnos de las pérdidas de propiedades personales, de los activos públicos, privados y la consecuencia más importante para la empresa, la interrupción de actividades y servicios lo que llevaría en ausencia de un buen plan de contingencia a la desaparición de las mismas.
La nómina de riesgos a los que está expuesta la Sociedad moderna es amplia y por lo tanto debe ser atendida en cada uno de sus espíritus, en función de los distintos aspectos que inciden en ellos como son, entre otros, las causas que ocasionaron el riesgo, los elementos sobre los que recae el daño y el entorno en que se produce.
El avance tecnológico de los últimos años lleva consigo nuevos y más graves riesgos tanto para las personas como para los bienes materiales, por lo que en nuestro quehacer diario deberemos acudir a la Protección.
Para conseguir esta protección necesitamos analizar como es posible actuar sobre sus diversos términos.
En relación a la ecuación planteada, consideramos que la existencia del primer término del binomio que constituye el primer miembro de la misma es una realidad cotidiana, de múltiple origen, con la que el hombre debe necesariamente convivir (RIESGO).
En general, no será posible eliminar la causa sustantiva capaz de producir un daño y como máximo, será factible reducirla cuantitativamente, en algunos casos, es el riego que está presente acompañando a cualquier situación activa o pasiva del hombre.
Esta realidad, que constituye la causa sustantiva capaz de ocasionar daños tanto a personas como a bienes, si se produce “el accidente” tiene su origen en multitud de fenómenos de diversa índole. Como ejemplo de su variedad podemos recordar los riesgos: naturales, biológicos, técnicos, físicos, químicos, nucleares, actividades antisociales y un largo etcétera.
El segundo término del binomio del primer miembro de la ecuación considerada, representa el conjunto de circunstancias que, acumuladas todas ellos, sobre el origen del riesgo, son capaces de propiciar, por su concurrencia, la aparición del accidente y sus daños consecuentes.
Constituyen por tanto, las concausas que, necesariamente, deben darse y estar presentes para que el accidente se produzca. (CIRCUNSTANCIAS DESENCADENANTES).
Estas concausas pertenecen a muy distintas naturalezas, aunque en general, aparecen siempre circunstancias que podrían encuadrarse como presencial espaciales o temporales no deseados o situaciones psicológicas indeseables.
Este segundo término puede frecuentemente ser manipulado por eliminarlo y reducirlo cuanto sea posible. Si es posible su eliminación quedará rota la ecuación y por consiguiente evitaremos el accidente.
Por último, el segundo miembro o factor de la ecuación, el “Accidente” surgirá si se ha producido la concurrencias de los dos términos del primer factor. Se ha producido el fracaso de la acción sustantiva de la prevención y aparecerán los daños que el accidente provoca.
Cabe en este momento hacer dos precisiones de terminología.
En resumen, la Protección, cuyo resultado es la Seguridad, debe comprender dos actividades.
La Prevención, cuya finalidad primaria es eliminar o minimizar las causas concurrentes que originan el accidente y, de modo secundario, en cuanto sea posible, eliminar o reducir la causa sustantiva capaz de producirlo, además de crear y prever las condiciones óptimas en que ha de desarrollarse la lucha contra el accidente, lucha cuya finalidad es acumular o reducir los daños que éste pueda generar, una vez que se ha manifestado.
La búsqueda de la Seguridad a través de la Protección, debe seguir, por lo dicho, dos fases sucesivas e inseparables: La Prevención del accidente, en su más extenso contenido, pues aunque su acción primaria incida sólo sobre las concausas desencadenantes del mismo, su acción previsora debe incluir a los otros términos de la ecuación y la lucha contra el accidente, cuya incidencia se manifiesta sólo sobre el segundo miembro de aquella ecuación.
De los breves comentarios expuestos acerca del estudio o análisis de la Seguridad y de su persecución a través de la Protección, puede deducirse la existencia de un conjunto de riesgos que inciden sobre otros conjunto de sujetos sometidos que dichos riesgos (pacientes de los daños y/o pérdidas que causan tales accidentes).
Por ello, podemos considerar a dichos conjuntos como:
Objetos de Seguridad; el que incluye a los sujetos agentes de los daños o pérdidas; Riesgos.
Objetos de Protección; el que incluye a los riesgos pacientes de los daños y/o pérdidas; personas y bienes (naturales o patrimoniales)
La Protección como vía para alcanzar la Seguridad contra cualquier riesgo -accidente, debe plantearse como el conjunto de actividades encaminadas a evitar el desencadenamiento del accidente (prevención) y si esto no es posible -que aumenten o reduzcan sus consecuencias por lo que podemos hablar de Lucha.
Para llevar a cabo estas actividades han de conjugarse una serie de medidas y medios de protección tanto humanos como naturales por lo que la Protección implica las siguientes funciones: Planificación, Gestión, Coordinación y una Actuación operativa, los cuales se aplican sobre aquellas medidas y medios anteriormente citados. A su vez cada una de estas funciones comprende varias actuaciones, más o menos desarrolladas según la naturaleza del accidente y su caracterización en función del ámbito, extensión, naturaleza y severidad con que se manifiesta.
El concepto “protección” enlaza inequívocamente con el correspondiente “accidente” por lo que como consecuencia a cada accidente le corresponde un protección hablaremos entonces de Protección contra incendios, Protección contra seísmos, Protección contra explosiones y así elaboraríamos una larga lista de protecciones a las que el progreso nos obliga continuamente.
Sin embargo, se ha generalizado el uso de un léxico, que aún resultando a veces ambiguo en cuanto a su contenido, resulta útil por su concisión, siempre que se asuma claramente el “alcance” de la protección de que se está hablando.
Así ocurre, por ejemplo, cuando se hable de Protección Integral de un cierto ámbito, tal como en establecimiento industrial, un hospital, un edificio de oficinas, etc. En este caso se está intentando expresar que se han acumulado (integrado) en las funciones de Protección todos los riesgos-accidentes presentes en dicho ámbito independientemente de la naturaleza y familia que pertenezca como por ejemplo: los derivados del trabajo, transporte, intrusión, robo, fuego, explosión, etc.
Obviamente, un repaso a todos estos riesgos-accidentes pone de manifiesto que la Protección Integral nunca comprende a todos los riesgos posibles, sino que una selección de los presentes en el ámbito considerado, y de aquí se deriva la ambigüedad del término.